A estas alturas deberías haberlo sospechado.

Esa camiseta de Frida Kahlo que llevas orgullosa,

el último disco de la Rosalía en tus auriculares

-inalámbricos o inmensos, porque eres muy top-,

Los calcetines sobre los pantalones de los que te reías

hace unos años porque los llevaba tu abuelo,

tu cinefilia hacia las películas indie de Chalamet,

la última serie de la HBO protagonizada -como no- por Zendaya.

A estas alturas deberías haberlo abordado.

Las últimas risas con Pantomima Full,

la estudiada sinceridad del instagram de la lifestyle influencer de turno,

tu acérrima defensa a ese equipo de fútbol que también le gusta a Ibai,

la no menor a tu participante fav en eurovisión,

tu «todos los políticos son iguales»,

el hashtag reivindicativo en twitter,

las horas muertas haciendo reels, viendo tik toks,

las noches de netflix porque andas sin un euro.

A estas alturas deberías haberte enfadado.

Las cortinas de humo, ora sí ora también, en facebook,

las largas esperas al llegar al hospital,

las ojeras de los profesores de la pública,

los youtubers reivindicativos en telecinco,

una horda de indignación y las plazas para indignarse vacías,

la compra en el mercadona, tísica, en la nevera,

el bar de la esquina -otra vez- cerrado por traspaso,

el centro comercial de la esquina a rebosar -sale más barato-,

A estas alturas deberías haber actuado.

«Google, recomiéndame una película».

«Google, recomiéndame una frase».

«Google, recomiéndame un libro».

«Google, recomiéndame música».

«Google, recomiéndame una app».

«Google…recomiéndame una vida»….