• Es viernes por la mañana y Manuela, de 73 años, lleva más de una hora haciendo cola en La Caixa de debajo de su casa. ¿El motivo? La falta de personal…y que, como dice ella:

-No confío en el cajero pero es que nos obligan a ello. No soy tonta. Simplemente tengo setenta y tres años y prefiero el trato cara a cara-.

La historia de Manuela es también la de otras muchas personas mayores que están viendo como la digitalización forzada por la COVID-19 les ha dejado un handicap al que ya se le ha puesto nombre. Son analfabetos digitales, personas que se están quedando atrás ante una sociedad en la que el trato humano en el ámbito de la atención al cliente está siendo sustituido por medios digitales y automatizados. Hasta aquí se entiende que la tecnología avance. El problema viene cuando una parte de la población se queda fuera. Eso es justamente lo que está sucediendo.

La campaña que evidenció que para luchar contra el analfabetismo digital SE NECESITAN PERSONAS

Carlos de 78 años fue quién inició la campaña en change.org y ya lleva cerca de 500.000 firmas recogidas, un verdadero récord. No extraña teniendo en cuenta que la creciente digitalización de la sociedad está dejando de lado a una gran parte de la población. No olvidemos que el grupo de edad de más de 70 años conforma el 19,3% de la población en España (9.055.580 personas). Estamos hablando de una enorme cantidad de gente a la que, en vez de proporcionar recursos, se les está privando de ellos en servicios privados en los que pagan comisiones -en ocasiones, muy elevadas para lo que cobran-.

La demanda de firmas de Carlos es solo la punta del iceberg de un fenómemo que preocupa en el ámbito social: el analfabetismo digital reinante en la población general y, entre nuestros mayores, en particular.

La brecha digital sucede a todas las edades -resulta sorprendente la cantidad de jóvenes que no saben desenvolverse con ningún medio, más allá de las redes sociales de turno- pero la peor parte se la llevan los mayores. Algunos de ellos no saben utilizar un cajero o apenas han utilizado un smartphone para llamar o una tablet para hacer videoconferencias con la familia. Esta brecha que se ha agravado con la crisis de la pandemia entra dentro de la denominada brecha digital que afecta a diversos aspectos de la vida diaria actual:

Consumo

La implantación de sistemas automatizados cada vez más generalizada afectará en gran medida a aquellos grupos de edad que, por su falta de desempeño a nivel digital, puedan ver reducida su calidad de vida. Véase la imposibilidad de comprar en establecimientos o de adquirir productos o servicios que solamente estén disponibles en medios digitales.

Trabajo

La vida laboral del futuro próximo supondrá la sustitución de determinados empleos «automatizables» por otros enfocados al soporte técnico de dichos sistemas automatizados -por ejemplo, dejarán de existir los cajeros de supermercado para ser sustituidos por técnicos que ayuden en caso de averías-. A otros niveles, el desconocimiento de las TIC ya está teniendo graves consecuencias a la hora de buscar y mantener un trabajo.

Riqueza

Se viene advirtiendo que la brecha digital no solo provoca problemas para encontrar trabajo sino que amplifica las desigualdades. En las regiones en las que el acceso a internet es más limitado o que no está al alcance de la mayoría, se produce una inmensa desconexión con respecto al resto de la sociedad, cada vez más globalizada.

Conclusiones: ¿Por qué nuestros mayores tienen que quedarse ahora con la etiqueta de analfabetismo digital?

Es una realidad que la lucha contra el analfabetismo digital pasa por proporcionar las herramientas adecuadas pero, ¿De qué sirve que haya cursos online si quienes van dirigidos no serían capaces de desenvolverse en un entorno e-learning?¿Cómo ayudar a la Manuela del storytelling con su necesidad más acuciante: realizar operaciones en un cajero automático? Ante esto, las empresas (y, en este caso, las entidades bancarias) deberían hacer lo que, a buen seguro, deberían que no es otra cosa que contar con personal especializado que atienda a todas estas personas que se están quedando atrás.

Parece que se nos olvida que todas esas mujeres y hombres ya han cumplido con sus obligaciones con la sociedad sobradamente y es dicha sociedad la que les debe un retiro bien merecido. Por ello, la solución solamente puede ser que, mientras se va reduciendo la brecha digital en las generaciones de menos de 70 años, nuestros mayores tengan la edad de oro digna que se merecen sin que, después de todo lo vivido, les traten como ignorantes, cuando es este mundo, este mundo que les debe tanto, el que les ignora.